martes, 3 de marzo de 2015

DECIDIR...


Dicen que a veces cuesta decidir en esta vida y que, al no saber las respuestas, es por eso que no sabemos qué hacer en las situaciones importantes: ¿hacer caso al corazón o al cerebro?, ¿hacer el bien o actuar con egoísmo?, ¿pensar en los demás o esquivar al mundo sin dar importancia en lo que deparará el futuro?



¡Quién sabe si aquel fue mi fallo al despedirme de ella como no era debido, si reaccioné mal y si la pierdo para siempre! ¡Tantas preguntas en mi cabeza! ¿Qué hacer, oh Dios?  ¡Dame una respuesta!



A veces, cometemos fallos, en los que creemos que no nos importa que las cosas se tuerzan, pero a la larga se vuelven dolorosos, nos hacen sufrir, rabiar e incluso llorar.



Y con esto me refiero a las cosas más simples de la vida, pero no con menos importancia ni mucho menos. Son momentos como no saludar a algún conocido, no meter la canasta que más te importaba, cortar una relación por la que has estado sin dormir y, la peor de todas, no despedirte debidamente de aquella persona que sabes que vale muchísimo en tu vida.



Era ella, aquella chica con el pelo largo y castaño, labios rojos como el fuego y de tez morena. Al verla, me deslumbró con su gran belleza. Parecía un niño, un ingenuo de esos que creen en el amor a primera vista. Y os la recuerdo aquí para deciros que estuve loco por ella y, por miedo a ser rechazado, no me despedí con la intención de robarle un beso. Por lo que os digo desde el corazón que no ignoréis en vuestra vida una despedida que es muy simple. Sí, pero con un valor de gran importancia que no conocemos hasta que nos arrepentimos.



Así que tomemos esa decisión en la que fallamos en el pasado y vamos a intentar remediarla con el corazón y no con el cerebro, con tu personalidad y sin vergüenza alguna; y para compartir, no para ser unos egoístas hipócritas.



Tomemos las decisiones importantes con valor.



(ALUMNO DE 4º ESO)

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