Enciendo un pitillo, miro por la ventana y vuelvo a verle. Tantos años persiguiéndome.
Ahí estaba él, el "mono". Esas ganas tremendas que tienes de fumar... Todos los días me está persiguiendo; no puedo deshacerme de él. He intentado olvidarlo, pero es demasiado difícil.
Esta rutina empezó hace más de cuatro años, cuando yo aún era un crío. Veía que todos mis amigos fumaban y yo era el chico especial que no lo hacía. Desde aquel día, me vida cambió. Tan sólo fumé una calada y no pasó nada. Pero con el paso del tiempo, todos mis amigos me incitaban a fumar. Y yo, como una marioneta, lo hacía.
Todo fue en aumento, hasta el punto de que en mi día a día tenía que hacerlo.
Cambió totalmente mi vida. Cambié el dinero de las chucherías para el tabaco. Cambié mis rutinas y hasta mis amigos.
Ahora, con dieciocho años, me he dado cuenta que hice mal. He visto morir a más de una persona por culpa del tabaco y eso duele mucho... ¡muchísimo! Decía que la droga hacía amigos. Resulta que todos esos amigos ahora están muertos.
Jesús del Burgo
4ºA
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