miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA PEOR APUESTA

Tardaban en abrir la puerta. Verificó que el número del departamento fuera correcto. Por fin estaba ahí. Esperando para entrar en el departamento de homicidios. Era una puerta grande y oscura con un numerito en medio. De pronto, alguien abrió esa puerta. Una secretaria apareció y me dijo.

-- Buenos días. ¿Qué necesita?
-- Tenía una cita con el inspector Rodolfo.
-- Adelante. Es la habitación de la derecha.
-- Muchas gracias.

Comencé a andar y vi una gran mesa de reuniones en el medio del despacho. Al cabo vi el despacho de Rodolfo, entré y vi a un hombre pequeño, de mediana edad, con poco pelo, además de tener un gesto muy serio. Al instante me preguntó:

-- Buenos días. ¿Qué necesita?
-- Necesito que investigue el caso de la muerte de mi amigo Mike.
-- Está bien. Cuénteme cosas sobre él, tales como edad, profesión, familia...

Entonces le conté que se llamaba Mike Smith, que era piloto veterano de la II Guerra Mundial y que uno de sus hobbies era apostar en las carreras de caballos. Que un día, tal como me contó, había hecho perder a un corredor de apuestas muy peligroso.

-- Ya tengo todo lo que necesitó -dijo el inspector-. Comenzaré a investigar este caso tan extraño.

Al cabo de unos días, estaba sentado viendo la tele cuando oí el teléfono. Era Rodolfo. Me dijo que ese corredor de apuestas era demasiado peligroso y que lo más probable era que sus matones hubieran asesinado a mi amigo a la salida del bar. También me dijo que esta investigación costaría algo más porque necesitaba más hombres.

Unos días más tarde, recibí una carta del inspector donde me contaba que sospechaba que los matones sabían que los estábamos investigando y que habían ido a su oficina para hablar con él, pero, como no estaba, la dejaron destrozada.

Me asusté demasiado. Sobre todo, cuando de repente llamaron a mi puerta. Creció mi temor. Me temblaban las manos cuando me decidí a abrir la puerta. Tres hombres vestidos de negro se abalanzaron sobre mí.

Lo último que recuerdo fue despertarme una semana después en una habitación muy oscura. Un hombre se me acercó para decirme que me olvidara del asesinato de mi amigo. Sin esperármelo, me puso un pañuelo sobre la boca y me dormí.

Al despertar, me encontraba en mi casa asustado y hambriento. Inmediatamente comuniqué a la policía lo que me había sucedido, pero nunca más volví a saber nada más sobre este asunto.

Manuel Martínez
4ºA

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