Enciendo un pitillo, miro por la ventana y vuelvo a verle.
Después de tantos años sin tener noticias de él. La última que tuve es que se fue de viaje a París unas semanas para despejarse y olvidarse un poco de todo lo que había ocurrido, y que decidió quedarse a vivir allí.
Cuando lo conocí, apenas tenía yo dieciocho años y él veintitrés. Me enamoré perdidamente de él. Me hacía feliz y todo era perfecto. Él también me quería mucho.
Mis padres no le aceptaban pero yo estaba tan ciega que no les hacía caso. Yo era de una familia acomodada. Iba a un buen colegio y sacaba buenas notas. Hasta que empecé a salir con él. Mis notas empezaron a bajar y eso a mis padres no les hacía mucha gracia. Los padres de él habían muerto cuando apenas tenía diecisiete años. Su hermano, un muchacho con estudios, un buen trabajo y viviendo solo en un piso bastante amplio, se hizo cargo de él.
Ese verano fue el mejor de mi vida porque lo pasé junto a él. No obstante, el invierno se acercaba y, con él, los problemas. Él y sus amigos eran el típico grupo que siempre estaba dando problemas. No había un día que no estuvieran metidos en líos y peleas. Bebían, fumaban, montaban en moto e iban por la vida a 100 km/h, sin darse cuenta de lo que a su alrededor ocurría. Hasta que un día, todo cambió. El mejor amigo de mi novio falleció y eso les dejó a todos un vacío enorme.
Aquel mismo día dejé a mi novio. Aunque nos queríamos mucho, yo no quería vivir una vida de mierda, llena de peleas y de sangre. Fue la última vez que lo vi. Me dolió mucho la ruptura y lo pasé muy mal durante un tiempo; pero conseguí salir adelante.
Han pasado diez años y hace tres conocí a un chico. Se llama David y nos queremos mucho. Tenemos muchas cosas en común. Hace pocos meses dimos el gran paso de irnos a vivir juntos.
Y ahora, desde mi ventana, vuelvo a ver a mi primer amor. No puedo creer que sea él. Está igual que hace diez años. No ha cambiado nada. Bajo las escaleras corriendo.
Cuando estoy frente a él, me quedo paralizada. No sé qué hacer. Él se me acerca, me da un abrazo y me susurra al oído que en todo este tiempo no me ha olvidado; que me quiere como el primer día que nos conocimos y que me echa mucho de menos. Vamos contándonos todo lo que en este tiempo nos ha pasado. Compartimos risas, anécdotas... Parece que nunca hemos estado separados y que el tiempo no ha pasado.
Sin embargo, hay algo que todavía no sabe: me caso dentro de dos meses con David. Esta noticia le deja helado. No sabe qué hacer. Yo tampoco. Estoy demasiado confundida. Quiero a David, pero el encuentro con mi primer amor me ha hechos sentir muchas cosas. Es verdad eso de que el primer amor nunca se olvida.
Han pasado dos meses desde ese último encuentro. Ha llegado el momento de mi boda con David. En mitad de la misa, alguien interrumpe. Es él de nuevo. Me dice delante de todos que me vaya con él. Yo no me lo pienso dos veces. Nos cogemos de la mano y salimos corriendo de la iglesia.
Es verdad que todo ha cambiado, que nosotros hemos cambiado. Sin embargo, algo no ha cambiado ni cambiará nunca entre nosotros: nuestro amor.
Míriam Bachiller
4ºB
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